En sí mismas, las palabras, aún sueltas, muestran orden: su mera existencia es la idea llevada a grado máximo de nuestra capacidad de raciocinio. Nuestra capacidad no nos permite el ahorro de energía mediante la palabra: que digan conceptos, no simples concreciones; pero tampoco símbolos, como los asiáticos; palabras habladas, de transmisión oral. Quizás la diversidad del pensamiento es lo que nos ha llevado a crearnos nuestras propias imágenes con cada palabra: la psicología humana, la educación, la sociedad; nos impide o facilita alcanzar ciertos grados de abstracción y comprensión.
Somos esclavos de generaciones pasadas y futuras. Nunca seremos libres, porque la sociedad no quiere que seamos felices; quiere que demos nuestra máxima capacidad (en su propio beneficio, ó en el de unos pocos). Puede que esto sólo sean palabras o hipocresía; o puede que estas palabras liberen y que alguien, al leerlas o al reescribirlas, se sienta más cómodo. Yo, hipócrita donde los haya, me siento feliz de que sea lo que sea, lucho por lo que quiero creer y conseguir.
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