Haberse perdido en un lugar conocido es mucho más terrible que no saber dónde estás. El miedo te corroe las venas corrompiéndote el corazón y la mente, dejando sólo un hueco para la imaginación, ese bien tan preciado y escaso que, en momentos así, solamente te pide huir; huir hacia algún otro lugar, porque este 'hogar' ya no es tal, tus amigos lo son demasiado y te quieren aquí, y tus padres te quieren demasiado como para mantenerte a su lado. Supongamos, entonces, que es hora de marchar.
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