Deshagamos una canción, compongamos el más corto y mejor poema, narremos la vida tal y como es, dibujemos los ojos más bonitos, cantemos el mejor orgasmo. El menos serio de los párrafos contendrá algo real e irrefutable, el pareado más esquivo será el más delicioso. No se podrá negar que la pieza artística resultante, como pocas hasta ahora hay, será más real y satisfactoria que la vida; no porque haya dragones, sino porque sabemos que podemos vencerlos y dominarlos, como podemos dominar nuestros mayores temores.
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