El viento recorre las habitaciones y deja un cosquilleo. Las
ventanas, abiertas de par en par, no dejan el más mínimo malestar; él se queda
inquieto. Los papeles quieren volar y ser libres, como el genio de la lámpara.
El par de botellas de plástico vacías amenazan con caer de la mesa, por lo que
se levanta, las coge, las aplasta, y las tira a la basura. Para ello recorre el
kilométrico pasillo, recogiendo los olores que desprende cada habitación y los intenta tirar junto a las botellas. Otro intento fraguado.
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