Una vez sumergidos en el clima de la zona, con el viento atravesándoles
el cuerpo de la cabeza a los pies, metiéndoles también la humedad por los ojos,
ya que por los poros poco más podía entrar, empezaron a recuperar poco a poco
los sentidos amortiguados por las condiciones climáticas. La vista, aunque fue
la primera en recuperarse plenamente, no era la más fiable. Todo era idéntico
entre sí. Aunque ya no tanto. Las primeras horas, cuanto más se adentraban en
el continente tras el viaje, la variación era menor. Si bien el viento corría
mucho más rápido y les había hecho ir muy lentamente, agradecían al caballo
volador haberles dejado en la playa, y no en el enorme acantilado que se veía a
un par de kilómetros. Y aún sin estar en lo alto, todo parecía el mismo tipo de
roca. Quizás no hubiera sido tanto tiempo como creían, ni tan poco variado el
paisaje, pero la excesiva precaución con la que caminaban había cambiado su
percepción del tiempo debido a los nervios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario