Ni el mundo es tan fácil y sencillo como los tuits de Amaia
Montero, ni es tan duro como te lo puedo llegar a explicar yo, que estoy más
triste de lo que debería estar.
No esperéis que empiece a hablar de experiencias claras, ni
de cuestiones mínimamente previsibles. Lo único posible es que captéis de dónde
puede proceder esta cadena de autodestrucción. Si es que llegáis a tanto.
La cuestión es que el mundo es mundo. Y nada más. No es un
hogar, no es nada. No es ninguna palabra humana, por lo que tampoco sería
mundo. No nos pertenece, por eso cualquier definición, por mínima que sea,
sobra. Nuestras palabras, nuestra lógica, y nuestra moral, nada de eso va a
poder llegar a entender ni explicar qué es, porque somos seres corruptos por
naturaleza. No en el sentido actual de la palabra, con esas connotaciones
socio-políticas que a todos nos vienen a la cabeza. Sino en el propio
pensamiento. Somos corruptibles en nosotros mismos, corruptibles por los demás,
y corruptibles hacia los demás. Nuestro pensamiento de dualidad/trialidad y
prefijos de infinitas posibilidades nos dará siempre diferentes posibilidades,
sin ser ninguna ‘buena’, ninguna ‘mala’ pero que, aun así, nunca llegará a toda
posibilidad que nos ofrece el mundo. Cuando de un suceso se te pasan miles de
posibilidades distintas por la cabeza, siendo de todos los colores y sabores,
sufrimientos y dolores, alegrías y amores, ahí puede que te estés acercando ‘un
poquito’ (nótese el énfasis) a todo lo que se nos ofrece (con su
correspondiente agobio existencial). Porque lo que digo es que eso nos lo
ofrece un simple y sencillo evento que nada va a cambiar el transcurso de los
hechos en la sociedad, por mínima que sea. Si llegáramos a alcanzar el
conocimiento de la mitad de las posibilidades que nos ofrece, quizá entonces
seamos capaz de crear algo interesante, quizá podamos reinventarnos y empezar
‘de cero’. No, de cero no; empezaríamos tan adelante, que el ‘cero’ está a
millones de años luz (por usar un sistema de medida comprendido por nosotros) y
que, sería tan fantástico, que no nos haría falta empezar. Ni acabar.
Quizá estoy violando leyes de pensamiento, puede que esté
sólo ligeramente agobiado; en realidad, es muy probable que lo único que estoy
escribiendo son tonterías, que haga un poco acopio de esa pseudo-filosofía que
tanto tiendo a rechazar y de la que suelo enorgullecerme de carecer en mis
pensamientos. Creo que, seguramente, la rechace porque mi cabeza da cabida a
muchas de ellas y no esté de acuerdo con ninguna de ellas.
Quizá me guste demasiado la palabra ‘quizá’, pero quizá
necesitaba un poco de agobio existencial para poder retomar mi teclado y
pantalla y poder escribir durante un ratillo. Un besi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario