jueves, 13 de junio de 2013

Del invierno y del salitre.

A través de una ventana sin luz entra el aire ligero. Recorre la espalda y los oídos del muchacho. Mira el pequeño hueco que deja la ventana de un lado, sonríe y lo deja en su sitio, como si fuera un niño que hace ruidos mientras juega con su trenecito. Sus dedos se está olvidando del frescor que atrae la ventana abierta, sus pulmones comen el olor de pizza que acompaña la ventilación, sus piernas se agitan al trote. Por fin en su cabeza entran los sonidos que le llegan a través de los auriculares; hasta ahora parecían mudos. Sus hombros, poco a poco, comienzan a moverse al compás de unas notas escasas y una vocecita dulce y melodiosa que piden a susurros la quieras.

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