martes, 21 de junio de 2011

Mamá, hoy lloré de felicidad.

Mamá, hoy lloré de felicidad. No fue intencionado, obviamente. Fue como la Caja de Pandora. El agobio le llenaba el cuerpo después de tanta presión, y, súbitamente, como si yo fuera un "Abre-Fácil", las compuertas de la risa y el llanto se mezclaran y se confundieran y, por arte de magia, se abrieran a la par. "Abre-Fácil", como en la realidad, como en los bricks de leche, o zumo, que cuestan la vida entera y la de tu amad@, pero que cuando abren, echan más de lo que debieran. Como las puertas del amor, como la pasta de dientes y tu camiseta negra.
Pues sí, mamá: lloré de felicidad. Y no fue porque me di cuenta de que se acababa el camino, y había pasado mal; sí, muy mal por momentos, pero conseguí sobreponerme. Siempre encontré motivos, la mayor parte de ellos en forma de personas, que me echaron una mano (unos al cuello, otros para levantarme) para seguir con nuestra vida, porque nunca fue mía, siempre fue de la gende de alrededor. Y me alegro de no hacer de mi vida, una vida simple y solitaria. Quiero ser como aquel taxista joven y majete de la historia que le invitaba a la joven y bella princesa vestida de calle a desayunar. No era una historia TAN maravillosa, pero era diferente. Era mejor que las demás.

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