martes, 7 de agosto de 2012

Ubicación: el infierno ideal.

Aún habiendo dejado esto de lado, y sabiendo que el perdón está siempre ahí, nunca está de más decir que me daba pena dejarlo, pero era lo justo y necesario. He estado, durante estos dos meses, trabajando bastante en mi cabeza. Es un trabajo diferente, más laborioso, más del día a día; más complicado.
Mis dedos van ahora a otra velocidad, recorriendo líneas argumentales de un guión que sigue sin existir, pero que es mucho más claro. He aprendido a despegarme y acercarme, haciendo de olas de un océano de ideas, pensamientos y sentimientos que siguen igual de coherentes que hace un tiempo, dando la sensación de que no hemos cambiado (porque, en el fondo, no hemos cambiado).
Las horas de este reloj de pared que ya no existe son segundos en una bola de nieve que es la vida que, aunque no sea un río, quizás también vaya a dar al mar. Y es que sé que, aún habiéndome perdido y encontrado tantas veces, aún falta por recorrer tanto camino que lo que he mirado (y miro) atrás me va a parecer irrisorio, si no me lo parece ya. Y lo mejor es que no hay peores cosas, ni mejores; somos tan subjetivos que no existe la objetividad,que no existe ni el 'yo', ni el 'vosotros', ni el 'ellos'; ya somos todos algo tan ajeno a nosotros mismos que nunca sabremos bien qué somos. No lo sabremos hasta que el destino nos alcance, hasta que la muerte nos separe y junte, de una vez por todas.

1 comentario:

  1. Muchas veces tenemos que difuminar nuestro mundo para redefinir los parámetros que marcan las reglas de nuestra realidad. Es ese océano del que hablas, ese no existir del yo, vosotros y ellos.

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