miércoles, 13 de marzo de 2013

Cartas a ninguna parte

'Querido destinatario vacío cuya existencia me gustaría fuese presente en mi vida,
He cogido mi honestidad y la he tirado a través de la ventana. No he mentido, oye, eso es distinto. Lo que he hecho ha sido callarme un par de cosas que tenía que decir y me gustaría hacerlo. A veces me siento un poco como esa niña negra que quiere ser rubia de ojos azules para sentirse guapa. Otras, la gran mayoría de las veces, y más bien últimamente, me siento orgulloso de la persona en la que me estoy convirtiendo poco a poco. No es que sea perfecto ni lo vaya ser, Dios que está en la lluvia me salve de eso, pero sí que voy medianamente bien encaminado. Quizás me esté tomando mi tiempo y vaya muy poco a poco, y quizás podía intentar acelerar el paso, pero nunca he sido bueno forzándome a hacer cosas. Prefiero tomarme mi tiempo.
La otra cosa que me he callado es que te quiero un poco.

Atentamente,
El chico de las poesías.

P.S. He intentado comprarte flores, pero en la floristería me han dicho que una tal Clarissa se ha llevado las últimas flores, esas que tanto os gustan, para una fiesta que celebraba en su casa. Aún no entiendo por qué me lo ha dicho.

1 comentario:

  1. Querido remitente conocido cuya existencia conoces de sobra, pues es la tuya, un componente poco conocido de la honestidad es saber callar las cosas que, sin hacer mal a nadie, decides guardártelas hasta que conozcas a una persona con la que merezca la pena comentarlas. No estoy hablando necesariamente de una pareja. Simplemente hay cosas que las comentarías con una persona concreta, y otras que esperan otro confidente. Reservar palabras no es lo mismo que callarlas.

    Quizás esa niña negra no sabe que la rubia de ojos azules la envidia por sus labios carnosos y porque no se pone roja como una gamba cocida cuando va a la playa.

    La perfección es aburrida, insípida, odiosa. Las personas necesitamos asperezas sin limar, como una chispa que desencadena en explosión. No existe pasión en la perfección.

    Y créeme, nunca nadie ha podido callar un "te quiero", se nota en la mirada, en los gestos, en la voz. Aunque no pronunciemos "te quiero" nuestro cuerpo lo grita a cada segundo.

    De chico de las poesías a chico de las poesías, que Clarissa se coma sus flores con patatas. Las flores mueren, los versos son eternos.

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