domingo, 6 de noviembre de 2011

Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver

Me encuentro comiendo a las cuatro y media de la tarde en uno de esos días tan peculiares. Sin ganas de cocinar, me encontraba a las tres dándole vueltas a la cabeza si era buena idea ir a la tienda rápidamente a comprar una pizza. Demasiado tarde para comer para horario que no sea español, me dio un cierto ataque de risa pensando en lo que pensaba hacer: poner acento finlandés al hablar inglés. Ya se acerca su hora de cenar. Y me encontré, a la puerta de la tienda, diciéndome que era un "tontaco". Siendo estudiante, y siendo Erasmus, que poco importaba.
De vuelta a casa, tras un camino de vuelta angustioso por el frío y mi orgullo de salir en camiseta y vaqueros, llego a la cocina. La veo tan desordenada como los pensamientos de un borracho. Y como soy así de inteligente (ironía), pongo el horno y el "Modo Responsable" ON y sale la versión más responsable y encantadora de mí. Si es que soy un encanto cuando quiero. Pero ese es el problema: que no siempre quiero.
Acabé fregando lo infregable, ordenando el caos, teorizando acerca de por qué me gusta escribir y por qué me vuelvo loco cada vez que veo que hay jóvenes que les gusta escribir, ya sea más o menos lo que le guste escribir, o publicando más o menos entradas (con el paso del tiempo veo que soy un friki de subir entradas al blog). Así como a mí, hay a cierta gente que se entiende, cuando escribe, cómo está. Porque hay palabras, ideas, expresiones, gramáticas que, a pesar de conocer o no a la otra persona, se entienden igualmente. Está todo inventado, y no sabemos nada, te apellides Bermello, Nieve, seas gallego, catalán, madrileño, andaluz, sueco, alemán... Si eres capaz de entender lo que dicen, el significado de las palabras, puedes llegar a saber cómo está, el origen de sus ideas, y el camino que puede tomar.
¿Yo? Yo quiero coger sólo un par de caminos, y tienen escondrijos y rutas que pueden engañarme, o llevarme más tiempo, pero llegaré. No quiero llegar, realmente. Sólo quiero hacer el camino siguiendo la senda del río, porque ya dijo Jorge Manrique a dónde llevan todos los ríos. El final es lo de menos. Como la búsqueda de la felicidad. Depende más del camino hacia ella, el modo de buscarla, que el hecho de conseguirla.

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