domingo, 6 de noviembre de 2011

Piel dorada

Estoy esperando a que llegues mientras me pierdo en el tintín del goteo que ha dejado la lluvia en la ventana, y desespero pensando que te has perdido entre el continuo goteo de personas que puedes encontrar a lo largo y ancho de esa ciudad tan pequeña que, a pesar de ser tan pequeña, tantas cosas guarda. He limpiado las lágrimas que han caído ahí fuera por ti, a través de la ventana, porque dentro ya no caben.  La ventana, llena del adorable vaho de la condensación deja de ser adorable, y pasa a ser angustioso. La angustia me tortura cual pesadilla en una siesta bajo el sol. Es agradable.

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