sábado, 15 de diciembre de 2012

I told ya

Escribo un poco. Sonrío. Escribo. Lloro. Escribo otro poco.
Con las bromas, la reescritura está siendo llevadera. No fácil, pero sí llevadera. He escrito, de ese primer capítulo que me he propuesto reescribir esta noche, la tercera parte, apróximadamente. Físicamente, digo. Porque de las casi 2800 palabras que ocupa la primera versión, ahora he escrito casi 1000. Porque si hablamos de lo que ocupa en la primera versión lo que he escrito hoy, ocupa la mitad, más o menos. Me gusta. O al menos, me gusta más. No como gusta un libro bueno de verdad, o una buena película de las que un amigo dice que "cambia la vida". Me gusta más mi forma de escribir de ahora que la de antes. No sé por qué, pero ocurre. Sí, lo sé, es muy probable que sepa motivos por los que estoy escribiendo mejor, lo sé, pero me cuesta admitirlo en alto. Como otras muchas cosas (je).
Lo que sí admito en alto es que estoy llevando yo el control, llevo yo el ritmo. Antes escribía según me pidieran los dedos, catalizadores de mi imperiosa necesidad de transmitir algo. Ese era el primordial y básico problema que tenía antes. Me costaba catalizar mis problemas y dudas a través de un modo que no fuera la escritura. Por suerte, he ido aprendiendo. He ido mejorando con el tiempo, que no cura, pero te mejora. Mejora porque nosotros queremos que mejore, porque tenemos cierta capacidad de autocrítica, porque tenemos cierta incapacidad que nos impide querernos plenamente. Y así voy, así escribo, así me muevo últimamente: de piedra en piedra, sonriendo de cara en cara que veo, pensando que, aunque los demás me vean como un loco, estoy intentando hacer una labor social que no me mejore a mí, sino también a los demás. Porque hace unas semanas sonreía para creerme la sinceridad de mi sonrisa. Ahora sonrío para creer en la sonrisa del mundo, para que nos haga cosquillas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario