domingo, 31 de julio de 2011

Vicio #1: buscar culpables

En el suelo sin vida yacía, sin vida, el cuerpo mutilado. Cuatro veces habían clavado el puñal en el cuerpo de aquel hombre que, en un principio, les parecía desconocido.
Una puñalada, la que parecía más reciente, era la que estaba en las proximidades del corazón, un poco más abajo. Tenía dos prácticamente simétricas, una en cada hombro. La última por analizar era la más antigua y la más violenta: era en la frente. El cuchillo, la teórica arma del crimen, le había penetrado unos cuantos centímetros, y la sangre bajaba hasta el pecho, y ya estaba seca. Eso quería decir dos cosas, por lo menos: que estaba en vertical en el momento en el que la hendidura se produjo, y que ya habían pasado varias horas. Con la sangre se había hecho unas líneas. Se unían todas las heridas; de todas parecía un hilo de sangre que llegaban a un punto que parecía ser el centro, el final del camino. O el principio. No había indicios de violencia, de forcejeo. Y menos pruebas había de que fuera un ataque llevado a cabo por una persona ultra-religiosa, a pesar del posible simbolismo que se podía sacar.

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