jueves, 20 de octubre de 2011

¿Quién, si no?

Sólo y siempre regreso de noche. Como la mañana fría. La luz siempre viene con ella, o ella viene con la luz, pero eso es lo de menos. Sólo salgo de noche porque la luz del día me retiene escondida en la esquinita que me dejaste castigada, allí, al lado de la silla apartada, junto al mueble. Ojo, al lado, no sentado en ella, demostrándome lo poco que valgo para ti. Me has dicho que no merezco la pena, que te hago perder el tiempo, el fuego y la vida, pero apenas sí hay una noche en la que no pienses en mí. Estás locamente enamorado de mí. Como amor, es una pena. Siempre es una pena, He vivido miles de años. Tantos miles, que he perdido la cuenta. He acompañado a Lucy, a Platón, al César, a Jesucristo, a Carlo Magno, a Carlos I de España, V de Alemania, a Elizabeth, la Reina Virgen, a Napoleón, a Darwin, Einstein, Freud, e incluso al Rey Juan Carlos I de España en su más tierna infancia. ¿O fue en la adolescencia cuando se dio cuenta de lo que había hecho? Da igual, olvido caras, casos, y también épocas. Y no me importa un carajo. ¿Quieres saber por qué? Sí, quieres saberlo, no te tapes los oídos, mírame y escúchame. No me dejarás de lado hasta que te des cuenta de que eres tu propio peor enemigo, que tú eres tu peor juez. Aprende a vivir. Si no, me tendrás siempre ahí, escondida, poniéndome guapa.

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