sábado, 15 de octubre de 2011

El Brillo de la Verdad

Apoyo los puños como piedras en el suelo para ponerme en pie. Los cambio por las palmas como papeles y mi cuerpo duda si seguir en esa posición, si vomitar o si no. Doblo la rodilla de la pierna derecha y apoyo el pie también en el suelo. Empiezo a erguirme a pesar de todo el dolor que me atraviesa la espina dorsal. No hay gemidos, no hay dolor, pero los gemelos y los muslos no me tienen en pie y caigo poco a poco, apoyando primero las rodillas ya gastadas de llorar y pedirme que me levante. Abro los ojos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario