miércoles, 28 de septiembre de 2011

Ojos blancos, ojos ciegos.

-Ayer tuve un sueño de lo más raro.
-¿Sí?- me contestó, con un tono que me pedía que continuar.
-Sí. Me decía, alguien que yo reconocía como un gran amigo, que Arya, la pequeña Stark acababa de llegar a casa, y que estaba mucho más guapa de lo que la recordaban. (Rió fortemente.)
-¿En serio? ¡Cada día estás peor!
-Ya, pero es que no es sólo eso -me miró con cara de dudar de que pudiera ser más raro.
-Continúa.
-Cuando yo llegaba a casa, estaba en una esquina, detrás de un armario, difícilmente visible. Era el sitio en el que me gustaba esconderme a mí de pequeño. Se abrazaba las rodillas. Cuando me vio, yo estaba un poco alejado, llamándola por su nombre, con los brazos abiertos. Tardó un poco en reconocerme, pero lo hizo y me dio uno de los abrazos más fuertes y cariñosos que me hayan dado en los últimos tiempos, tanto en sueños como en la realidad. Y me susurró. Me susurró y me dio las gracias por haber vuelto. Por haber retomado la lectura. Me echaban de menos.

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