jueves, 18 de agosto de 2011

Adapta

Los días eran grises y las miradas, perdidas. No había más que hacer que el dejar transcurrir los días para ver si ocurría algo de interés, pero NUNCA había NADA. Siempre algún amago de un evento que parecía podía cambiar un poco la monotonía, pero nada más. Los amagos, que en esta época de la historia era tan importante para la felicidad personal, en este pueblo de no más de 5000 habitantes era también lo habitual, pero para animarse un poco. Y ni así.
Eran cada vez menos. Menos, pero más viejos. No hacía 5 años que eran casi 10000, con una edad media de unos 35 años, ahora ascendía a 47. Los muchachos, como antiguamente, seguían buscando la gran ciudad, la buena vida, alejada del campo, con más gloria que pena. Igual cuando llegaran a la edad de jubilación harían como los alemanes hacían con la costa española del Mediterráneo.

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